Esa lucha entre dos, el diálogo, la última conversación que deshace la frontera de lo real y acontecido con la sin razón de lo no conocido.
El
frío de la muerte nos acoge tras el quicio de la puerta y de los
recuerdos, poniendo en orden todo lo vivido y permaneciendo en una
cuestión de confesiones y secretos no antes pronunciados, restamos
el tiempo que nos queda. Las sombras nos acechan y roban tesón, es
así.
De
un ayer permanente en el tiempo, como losas de recuerdos
acumuladas por años a modo de tesoros vas donando todos ellos .
Agradecerte eternamente que me hayas concedido el resto de tus
días no sera cosa lastimera.
Con
agrios desaires ultimados en tu dolor, arrebatándote la vida a ti
y a su vez, esa calidez temprana que permanece en la esperanza, en
el haz de luz, en la que te encontraba en una nueva mañana.
Una
luna plena en el día, delirante y confusa en la creación de la
noche. Esa voz profunda que se crece en el silencio mientras nuestras
almas se acompañan en el último paseo de tu vida.
Oteando
como te alejas, más y más en cada amanecer y tu cordura no atiende
a engañarte y se advierte en ti, agradecimiento sellado con dolor
por la partida inminente. Una confusión que solo a los que asisten
confunde, un pacto y un primer adiós.