sábado, 28 de febrero de 2015

Despertar aún. Las edades tardías.








Esa lucha entre dos, el diálogo, la última conversación que deshace la frontera de lo real y acontecido con la sin razón de lo no conocido.

El frío de la muerte nos acoge tras el quicio de la puerta y de los recuerdos, poniendo en orden todo lo vivido y permaneciendo en una cuestión de confesiones y secretos no antes pronunciados, restamos el tiempo que nos queda. Las sombras nos acechan y roban tesón, es así.

De un ayer permanente en el tiempo, como losas de recuerdos acumuladas por años a modo de tesoros vas donando todos ellos . Agradecerte eternamente que me hayas concedido el resto de tus días no sera cosa lastimera.

Con agrios desaires ultimados en tu dolor, arrebatándote la vida a ti y a su vez, esa calidez temprana que permanece en la esperanza, en el haz de luz, en la que te encontraba en una nueva mañana.

Una luna plena en el día, delirante y confusa en la creación de la noche. Esa voz profunda que se crece en el silencio mientras nuestras almas se acompañan en el último paseo de tu vida.


Oteando como te alejas, más y más en cada amanecer y tu cordura no atiende a engañarte y se advierte en ti, agradecimiento sellado con dolor por la partida inminente. Una confusión que solo a los que asisten confunde, un pacto y un primer adiós.