miércoles, 6 de septiembre de 2023

Ruth despertando al huracán.

 

Me encuentro en una gran plazoleta de suelo empedrado pero invadido por hierbajos mal segados, también esta cubierto de tierra rojiza, esparcida en porciones irregulares, el lecho por el que caminan mi alma tiene desniveles, todo se ve con aspecto descuidado pero eso la hace más hermosa si cabe, las pocas luces que se filtran entre las hojas de los gigantescos árboles que la custodian, la dejan en penumbras, sin embargo un resplandor que parece emerger de la propia hierba que la habita te deja desentrañar con claridad, todos sus misterios, todo lo que percibo hace que me sienta muy bien y que respire paz con todos mis sentidos. Camino sin rumbo, dejando que el instinto me hable, de la nada aparecen delante de mis ojos un grupo de personas adultas, están formando un circulo entre ellos, hombres bajos y altos, hay unas cuantas mujeres apartadas del circulo pero participan de la peculiaridad que les hace diferentes entre si pero iguales, es una sensación extraña la que me trasmiten, actúan como si jugaran a pasarse una pelota invisible los unos a otros, algo místico me invita a continuar hacia ellos pero ellos no me ven, al rebasar su altura uno entre todos me corta el paso, mientras los demás paran el inmaterial juego, sin moverse de su sitio, se limitan a esperar, a escuchar, al mirar el rostro del hombre que tengo delante, me doy cuenta de que sus ojos son totalmente blancos y aunque los dirige hacia mi creo que no me ve, toma mi mano haciendo que me detenga y me dice; ten cuidado con el soplo del espíritu, lo manda Ruth. Sin decir nada más me empuja con suavidad y me insta a pasar dentro del circulo, dudo unos segundos, mirando a cada uno de los participantes del extraño juego, sin saber que es lo que tengo que hacer y vuelvo a tener la sensación de que ninguno de ellos me ve, me pregunto que es lo que esperan de mi, debo continuar mi camino o esperar a algo que no sé que es, pero ellos reanudan nuevamente su juego aunque esta vez comienzan a gritar al unísono, ten cuidado con el soplo del espíritu, lo manda Ruth y lo vuelven a repetir una y otra vez en una armonizada composición rítmica pero sin música. Comienzo de nuevo a andar y no sabría decir si algo asustada, intranquila, preocupada, pensativa, no logro distinguir la sensación que me causan sus palabras, la paz anterior se a desvanecido, tampoco me encuentro mal pero va emergiendo una alerta, la voz del instinto despierta.

Abandono la plaza por un camino situado a su derecha, de pronunciada inclinación cuesta arriba, parece un camino de monte, no tardo mucho en subirlo y justo al llegar a lo alto miro detrás de mis pasos para sorprenderme al ver como un huracán se inicia en el centro del circulo y observo como todos los componentes del mismo, uno por uno van entrando en el mismo y me doy cuenta como se apagan sus voces hasta que no queda ninguno de ellos, en ese momento se crece y se hace de una fuerza extraordinaria, el huracán se agita y comienza a girar sobre si mismo como si quisiera darme un poco más de tiempo para escapar, no puedo dejar de sorprenderme, al darme cuenta de que carece de ruido y al mismo tiempo que me percato de ello, comienza a engullir todo la plazoleta, sus losas, sus árboles e incluso edificios de los que antes no tuve consciencia, la rapidez y violencia con la que se agita, hace que salga del asombro y de la curiosidad hipnótica con la que el huracán me ha cautivado y empiezo a correr sin saber hacia donde huir, improviso sin dejar de moverme mientras me percato que se acorta la distancia de ser engullida por el colérico viento, que remueve paredes, ventanales, pórticos y barandillas de piedra, todo agitándose en un oleaje de polvo y escombros que pugna por arrastrarme en su furia pero me da tregua, opto por subir unas escaleras para vislumbrar la salida, al llegar a lo alto de ellas, un hombre espera, me pregunto a quien espera, a caso no ha advertido el huracán que viene detrás de mi, intercambia unas breves palabras conmigo que no consigo entender, él no se mueve, se queda anclado e indiferente allí, agarrando con fuerza, con una sola mano a la barandilla de piedra de el final de las escaleras, mientras que con su mano izquierda, gesticula con ademan de brindarme impertérrito aplomo. Sus ojos me dicen mucho más de lo que comprendo en sus palabras. Lo ultimo que recuerdo es que mire hacia atrás y después todo fue agitación y eternas nubes de polvo denso y olas enormes de escombros, nunca sabré si agarre la mano que me tendió o que fue de él, si se salvo, si me salve yo.



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